Gn. 1, 26-27. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo”. Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los creó. Varón y mujer los creó.
Si. 17, 6-10. Les dio para que percibieran la
realidad una conciencia, una lengua y ojos, oídos y entendimiento. Los lleno de
saber y de inteligencia, y les enseño el bien y el mal. Puso en ellos su ojo
interior, haciéndolos así descubrir grandes cosas que había hecho, para que
alabaran su Nombres Santísimo y proclamaran la grandeza de sus obras.
Stg. 2, 1. Hermano si realmente creen en
Jesús, nuestro Señor, el Cristo glorioso, no hagan diferencias entre personas.
Col. 3, 11. Ahí no se hace distinción entre
judío y griego, circunciso e incircunciso, extranjero, bárbaro, esclavo o
libre, sino que Cristo es todo en todos.
Vaticano II,
cap. 1 dignidad de la persona humana, N. 12. El hombre ha sido
creado “a imagen de Dios”…pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el
principio los hizo “hombre y mujer”. Esta sociedad de hombre y mujer es la
expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima
naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin
relacionarse con los demás (p. 207).
Vaticano II,
cap. 1 dignidad de la persona humana, N. 16. Dignidad de la
conciencia MORAL: La fidelidad a esta
conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y
resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al
individuo y a la sociedad. Cuando mayor es el predominio de la recta
conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para
apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la
moralidad.(p. 210)
CIC. 1929. La
justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto
de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de
la sociedad, que está ordenada a él:
«La defensa y la
promoción de la dignidad humana “nos han sido confiadas por el Creador, y de
las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y
mujeres en cada coyuntura de la historia” (SRS 47).
CIC. 1931. El
respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: “Que cada uno,
sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en
primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente” (GS 27).
Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los
prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el
establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos
sólo cesan con la caridad que ve en cada hombre un “prójimo”, un hermano.
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