jueves, 14 de noviembre de 2013



Gn. 1, 26-27. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo”.   Y creó Dios al  hombre a su imagen. A imagen de Dios los creó. Varón y mujer los creó.
Si. 17, 6-10. Les dio para que percibieran la realidad una conciencia, una lengua y ojos, oídos y entendimiento. Los lleno de saber y de inteligencia, y les enseño el bien y el mal. Puso en ellos su ojo interior, haciéndolos así descubrir grandes cosas que había hecho, para que alabaran su Nombres Santísimo y proclamaran la grandeza de sus obras.

Stg. 2, 1. Hermano si realmente creen en Jesús, nuestro Señor, el Cristo glorioso, no hagan diferencias entre personas.

Col. 3, 11. Ahí no se hace distinción entre judío y griego, circunciso e incircunciso, extranjero, bárbaro, esclavo o libre, sino que Cristo es todo en todos.

Vaticano II,  cap. 1 dignidad de la persona humana, N. 12.  El hombre ha sido creado “a imagen de Dios”…pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo “hombre y mujer”. Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas.  El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás (p. 207).

 Vaticano II,  cap. 1 dignidad de la persona humana, N. 16.  Dignidad de la conciencia MORAL:  La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuando mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad.(p. 210)

CIC. 1929. La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada a él:
«La defensa y la promoción de la dignidad humana “nos han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia” (SRS 47).

CIC. 1931. El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: “Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente” (GS 27). Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que ve en cada hombre un “prójimo”, un hermano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario