Mateo, Marcos y Lucas son los 3 primeros evangelios que se encuentran en la Biblia y reciben el nombre de sinópticos. Al hacer un comparativo de sus escritos se observa similitudes que muestran claramente una visión de la persona de Jesús.
Estos escritos son una luz de esperanza para un pueblo que se encuentra afligido, desesperado, ante la pérdida de valores y ante una sociedad de consumo, que los lleva a la ausencia permanente del afecto familiar y al olvido de Dios, buscando su felicidad en el tener, poseer y placer desenfrenado de sus instintos.
En la parábola del hijo prodigo encontramos al hijo, que después de haber gastado su fortuna en placeres mundanos y estar pasando por momentos difíciles, reflexiona y piensa en regresar al lado de su padre y decirle: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores” (Lc. 15, 18). Todo esto nos lleva a ver la realidad actual de un pueblo que en medio de sus pecados y limitaciones, busca la paz y la renovación de su fe, encontrándola en la palabra de Dios, cuyos principios dan el verdadero sentido a la vida.
"Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos” (Lc. 15, 20). En San Lucas, la misericordia de Dios esta patente, este nos muestra y orienta, hacia una renovación y cambio que solo se hace posible desde la disponibilidad del corazón y apertura a la misericordia de Dios, expresada en su unigénito que desde su entrega total vino a salvarnos del poder del pecado pues “el Hijo de Dios ha venido a salvar lo que estaba perdido” (Mateo 18, 11), en esta promesa reposa la esperanza que todo cristiano creyente tiene.
En nuestra América Latina, desde su realidad, se ha podido experimentar la ceguera de muchos que por su afán de placer, tener y poseer han infringido las mininas normas de convivencia, donde el egocentrismo y el hedonismo son los autores principales de la vida en sociedad. Aquí es donde los cristianos creyentes debemos ser testimonios de la Palabra de Dios; testimonio de vida que nos lleva a un mayor compromiso con nuestra sociedad: retomando nuestra fuente de sabiduría (Palabra de Dios), para así poder ser luz en medio de la oscuridad y poder dar cumplimiento a las palabras de Jesús cuando dice: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.” (Lucas 15, 7), y de esta manera re dignificar al ser humano que preso por sus deseos, se esclaviza y aleja del amor de Dios, llevándolo a sentir que ha perdido su condición como hijo de Dios.
Todo lo anterior nos lleva a concluir que la palabra de Dios nos hace sentir lo que es el verdadero amor; amor que nos transforma la vida llevándonos a la categoría máxima del ser humano, que es el sentirse hijo de Dios. “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16).
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