martes, 27 de mayo de 2014

Qué y quiénes del Antiguo Testamento son principios orientadores, articulantes al paradigma de una humanidad dignificante en América Latina



Dios no sólo prometió a los padres un país y una posteridad; también les prometió ser su Dios y el de sus descendientes, poniéndoles así ante la perspectiva de una relación particular consigo mismo” (Gerhard. R. p. 223).


Es una relación de Dios con el ser humano, una promesa que va de generación en generación, desde nuestro padre en la fe (Abraham), hasta nuestros días, una alianza representada en fidelidad, entrega y obediencia, que lleva a un pueblo a dejarlo todo y caminar en busca de la tierra prometida. “Dios le dijo a Moisés: Deja este lugar y lleva al pueblo que sacaste de Egipto a la tierra que les prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob… sube a la tierra que mana leche y miel” (Ex. 33, 1-3).


A pesar de las limitaciones del pueblo de Israel, (desobediencia e infidelidades), Dios no se olvido de su pueblo, al contrario, se manifestó a través de sus signos y prodigios, como en el caso de Moisés, quien fue el elegido para salvar y guiar a su pueblo a la tierra prometida, pasando por momentos significativos como lo es, el encuentro en monte Sinaí y la entrega de los mandamientos (Gn. 19, 20), en este último, Dios se revela a su pueblo indicándoles como vivir en su presencia y como vivir en comunidad (Gn. 20, 1-17), manteniendo la fidelidad al proyecto armónico y bondadoso del principio de la creación, sin dominar a los demás, ni someter a tiranía a los débiles, nos invita a ser como Él, un llamado desde la palabra “…Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv. 19, 2). Este “sello” que nos diferencia de los demás seres creados, da la certeza de que el ser humano es único e irrepetible, que es un ser excepcional en su cuerpo y en su alma, que trasciende más allá de lo meramente material, ese “algo” que sublimiza la existencia del hombre, por el cual se libran muchas batallas cuando se “maltrata la dignidad de la persona”, cuando se vende la idea de tener “una muerte digna”, cuando se trabaja en un ambiente con condiciones que “no pisotean la dignidad de la persona humana”, cuando se trata de realizar un “trabajo digno”, etc. Se refiere explícitamente a esa característica, atributo propio de la naturaleza misma del hombre y hace que esas personas, precisamente, sean responsables, a la vez que luchan por sus derechos, igualmente cumplan con sus deberes en favor de la dignidad del otro, porque el derecho que yo reclamo lo tiene también mi vecino, que es mi hermano a la luz de la fe.


Luis Francisco Sastoque, (2012) en su libro dignidad de la persona humana dice:  "La dignidad de la persona humana como cualidad del hombre otorga a este una primacía sobre todo aquello que no es humano, incluso sus mismas obras fruto de su inteligencia y su voluntad. El respeto a la dignidad de la persona humana se constituye, entonces, como valor supremo, absoluto". …se puede comenzar afirmando que: Hay que colocar como principio fundamental de la doctrina de la dignidad de la persona humana, su altísimo valor.
El amor sobrenatural nos inculca el carácter sagrado de la persona humana y el valor absoluto y misterioso de su dignidad.
Se debe afirmar la eminente y singular dignidad de toda persona humana, creada a imagen de Dios, afirmación primera y fundamental;
La primacía absoluta de la dignidad de la persona humana exige, su permanente salvaguarda. (p. 153).


Lastimosamente la realidad en Colombia y en muchos lugares de América Latina, no es tan alentadora, la vida no es respetada, la ley que rige es el poder y el tener, se idolatra el dinero, los fuertes se hacen fuertes mientras los débiles siguen esclavizados, siendo víctimas de maltrato y ultrajes, donde su voz no es escuchada y en muchas ocasiones son silenciados para siempre, pero “si este mi pueblo, el pueblo que lleva mi nombre, se humilla, reza, busca mi rostro y se convierte de sus malos caminos, yo escuchare desde el cielo, perdonare sus pecados y restaurare su tierra” (2 Cro. 7,14). Esto nos lleva a depositar nuestra confianza en Dios, quien “no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia" (Evangelli Gaudium, p. 4).




Como cristiana, católica con el carisma Franciscano, que vive la fraternidad universal, y que ora el Padre Nuestro, porque reconoce en el otro el rostro del hermano, con una misión centrada en la persona, en la opción por los pobres, desposeídos, maltratados, desplazados, sufrientes de cualquier dolor, tengo la convicción que el carácter de “dignidad” que nos ha sido dado por el mismo Dios nos hace ver, “la realidad de nuestro prójimo, y ser capaces de ver en él su condición…es cuestión de efectividad misericordiosa” (Zuñiga, 2012. p.39), la cual, debe reflejarse en la defensa decidida por el respeto a la dignidad de la persona humana, valor que no es negociable desde ningún punto de vista pues “…cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 40), dice el Señor y S.S. Francisco en su exhortación nos recuerda "Quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien" (p. 9), es un llamado a escuchar y reflexionar, como lo hizo en su tiempo el pueblo de Israel con la voz de sus profetas. No es específico para Colombia se refleja en cualquier pueblo creyente de nuestra entrañable América Latina.

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